CAZADORES DE SALÓN

CAZADORES DE SALÓN

Juan Antonio Sarasketa. Presidente de la ONC

Están relativamente contentos los cazadores, al menos de momento, aunque siempre está el agorero de turno que entiende que las becadas le van a salir a los carreteriles y los jabalíes a la puerta del bar del pueblo. Afortunadamente son los menos, pero molestan y mucho a sus compañeros.

Matan un jabalí y lo dejan en el monte para que lo bajen otros, no respetan una mano de perdices y disparan a las palomas que pasan por otros puestos cuando no han hablado con San Pedro. No saben valorar las capturas ni el camino recorrido, el trabajo del perro, los amigos, la pelea, el contacto con la Naturaleza y un largo etc…

Incapaces de poner tope al egoísmo, insolidarios con sus compañeros. Insensibles ante el mágico momento de ver al perro mostrar con inusitada pasión la pieza. Observar la fidelidad suprema de siervo a señor materializada en la figura de un animal que los da todo a cambio de una simple caricia.

Los otros, los verdaderos cazadores, aman la Naturaleza, saben cómo se alza el sol deformado y sangriento entre la niebla. Se embelesan viendo cazar al perro mientras el sol desaparece lentamente en poniente, rompiendo la calma serena y ociosa del último canto de las bravas perdices. Sabe que el alma de la becada, su verdadero sentido, se encierra en el hondo callar de los barrancos, en la calma serena de las montañas, solo perturbados por el campaneo del cencerro becadero.

Esos, Javier, amigo y presidente, esos otros que tanto te cabrean más vale que se queden en casa. La zona o lugar donde la sorda prefiere residir depende, eminentemente, de los alimentos que pueda encontrar. Los suelos de los bosques varían y algunos son más abundantes que otros en gusanos, lombrices y larvas, sustento principal de la becada.

Está comprobado que el lugar preferido por este pájaro son los bosques de pinos jóvenes de hasta doce años aproximadamente, aunque al no disponer en ellos de materia orgánica en descomposición, las lombrices subsisten con dificultad. Por desgracia nuestros pinos tienden a adificar el suelo, lo que supone un trastorno más para las becadas al no encontrar lombrices en el lugar, motivo por el que se ven obligadas por la noche a desplazarse a praderas y pastizales húmedos. Praderas muchas veces envenenadas por los purines que hacen que muchas becadas mueran.

Fotografía: José Manzano

Artículo publicado en Club de Caza

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